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Pese a mis desesperados intentos por mantener vivo mi origen aragonés y navarro, soy ya tan de Valladolid como esa niebla que la hermana a mi 'Zaragozica' natal. Observador curioso de esta ciudad, me sorprende que la perpendicular sea una utopía en el callejero y que el dulce más valorado sea una zapatilla que se te adosa con inquina al paladar.
He tomado parte en diversas plataformas, organizaciones, colectivos y cooperativas de la ciudad, convencido de que los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad solo pueden abordarse juntos, desde lo común.