
El profesor Juan Antonio Bonachía Hernando (Bona) forma ya parte de la larga historia (más de 800 años) de la Universidad de Valladolid. No solo porque da nombre desde ayer al Seminario de Historia Medieval de la facultad de Filosofía y Letras (su facultad), que también, pero sobre todo porque toda la comunidad universitaria así lo dejó patente en el Homenaje tributado ayer por sus compañeros: desde los medievalistas a los matemáticos, desde los gestores universitarios de un departamento a los de un equipo rectoral, pasando por sus amigos y familiares. Y sobre todo: por sus alumnos.
Ana Viloria Gutiérrez, de cuarto curso de Historias, puso voz a los miles de estudiantes a los que dio clase Bona. “Significó tanto para nosotros... Significó un primer acercamiento a la asignatura, logró hacernos reflexionar, nos repitió que no nos dejáramos llevar por las primeras impresiones...”, dijo Ana Viloria, que recordó la proyección de la película 'El séptimo sello' o que el profesor no les dedicara solo el tiempo de clase: “Puso a nuestra disposición todo su tiempo”.
La alumna desveló algunos correos cruzados cuando Bona ya estaba enfermo, en los que manifestaba la necesidad “de ir más allá de cubrir el expediente”. “Siempre”, añadió Ana Viloria “lo recordaremos como un gran maestro. Gracias por todo lo que has aportado a nuestra vida académica y personal”.

María Isabel del Val Valdivielso, catedrática y compañera de departamento de Bona, había hablado inmediatamente antes que la estudiante e hizo constar la fecha: 23 de febrero. “Cuando fijamos el día del homenaje no reparamos en la fecha: 23 F, que sigue siendo un hito y recuerdo”.
“Bona fue un profesor bien dotado para la docencia, implicado por la lucha y por las libertades. Sus primeros años transcurrieron entre la historia medieval y los acontecimientos del país. También le interesaba la literatura, el cine, la música, el fútbol - era bueno en la cancha-. En las excursiones cantaba y nos enseñó algunas canciones. Era una excelente persona que nunca se dejó llevar por los cantos de sirena”, aseguró su compañera de departamento, que destacó la tesis del profesor Bonachía: 'El señorío de Burgos durante la Baja Edad Media (1255-1508)'.
“Pasado el tiempo, estabilizada la democracia... Bona, trabajador inteligente e incansable, dio lo mejor. Además, ofreció su trabajo y dedicación a la gestión universitaria”, recordó María Isabel del Val, que repasó algunas de las actividades – en la Asociación de Estudios Medievalistas o en la publicación 'Edad Media. Revista de Historia'-en las que se implicó generosamente el profesor nacido en Burgos en 1953 y fallecido en Valladolid el 21 de agosto de 2016.
“Bona fue además de un excelente medievalista, un excelente compañero. Gracias, Bona”, concluyó una emocionada Maribel del Val.
En los aspectos más académicos del profesor Bonachía Hernando incidió Ernesto García Fernández, catedrático de en la Universidad del País Vasco, quien recordó el último encuentro con Bona, la última conversación con Bona... “en la que me dijo que las previsiones no son nada halagüeñas, que si el cáncer, que si... para terminar: 'En esas ando'. Su mensaje anunciaba lo que me negaba a aceptar: el vacío por su ausencia indeseada”.

García Fernández afirmó que Juan Antonio Bonachía se había “involucrado hasta la médula” en los dos proyectos en los que compartieron entre 2009 y 2014. “Más de 6 años intensos. Todos los miembros de ambos equipos apreciaban la generosidad y las aportaciones de Bonachía. Era un historiador de tomo y lomo”, según el profesor de la Universidad del País Vasco.
García Fernández, además de referirse y exaltar la actividad docente, investigadora y de gestión del homenajeado, contó una anécdota vivida en un viaje a Málaga. “Fuimos hasta Madrid en asientos contiguos. En Madrid nos encontramos con que su asiento estaba ocupado por otro pasajero; habían despachado el mismo a dos personas distintas. El revisor le ofreció un asiento en primera, pero Bonachía le convenció para que viajáramos los dos en primera hasta Málaga. Le gustaba hacer las cosas bien”, expresó.
“Era un historiador amante de Castilla y León, de Valladolid, de Burgos, de Salamanca... que deja una huella a seguir en la historiagrafía”, concluyó García Fernández.
Jesús María Sanz Serna agradeció la oportunidad de intervenir e hizo constar “lo mucho que debo a Bona en mi vida”. Los dos pasaron 8 años en el Palacio de Santa Cruz. Uno como rector y el otro como secretario general, entre 1998 y 2006.
“No le conocía. Su nombre me lo propuso un amigo común. Pronto me di cuenta que se había quedado corto. Era una persona excepcional, discreta, con una capacidad de trabajo enorme... pero quiero resaltar una cualidad: persona increíblemente inteligente, y he conocido a muchas. Su inteligencia estaba velada por su gran humildad y una especial sensibilidad para las relaciones humanas, que pocas veces se aúnan”, señaló Sanz Serna, que incidió en la capacidad de trabajo, fidelidad a sus valores y responsabilidad del que fuera secretario general.
“Las universidades españolas son poco generosas con las personas que trabajamos en ellas. Hoy estoy muy contento que frente a la ingratitud, haya universitarios que dediquen una hora de su tiempo a este hombre excepcional que fue Juan Antonio Bonachía”, finalizó el prestigioso matemático Jesús María Sanz Serna.
El decano de Filosofía y Letras, Javier Castán Lanaspa, reconoció la dificultad de hablar del profesor desaparecido. “He convivido con él 41 años en la facultad, aunque nunca tuve la suerte de ser alumno suyo. Pero oía hablar mucho de él”, dijo.
“Bonachía”, añadió Castán, “ha sido un investigador excepcional, un excelente profesor, basta oír hablar a sus alumnos y a la cantidad de discípulos que tiene”.
El decano repasó todos los cargos que Bona desempeñó dentro y fuera de la facultad “con una capacidad de trabajo y generosidad enorme”. También recordó su etapa como secretario general. “Hubo problemas y siempre que le llamamos, siempre nos atendió. Cuantas tardes pasamos con él y con el vicesecretario Enrique Delgado. Siempre generoso. Nunca escatimó un minuto. Bona contribuyó a hacer esta Universidad mejor”, remató Javier Castán.
El actual rector, Daniel Miguel San José presidió el homenaje y tras echar un vistazo al salón de actos Lope de Rueda lleno, dijo: “Que todas las áreas de la universidad estén representadas -algunas de pie- da idea de la persona que fue Bonachía”, con el que dijo no haber tenido mucho contacto.
“Mi papel aquí es institucional, más frío. Como rector quiero agradecer a Bonachía que dedicara toda su vida a la Universidad de Valladolid, sus trabajos se han incorporado al acerbo de la institución”, manifestó el rector.
“Universidalidad viene de universidad, del conjunto de universitarios, profesores y alumnos. Juan Antonio Bonachía ha dejado una huella en esta universidad. Se dice que no morimos si estamos en el recuerdo de alguien. Él permanece en el recuerdo de sus amigos y familia. En cierto modo, sigue vivo entre nosotros. Qué sea así por muchos años”, fueron las últimas palabras de Daniel Miguel San José, y del acto.
El violonchelo de Óscar García Zagrodzka puso el cierre del homenaje, que se abrió con la intervención de Henar Gallego Franco, directora del departamento de Historia Antigua y Medieval, que dio lectura a una larga lista de instituciones y personas de todo el país, y del extranjero, que habían expresado su adhesión al acto.
“Nos reúne la voluntad de hacer un ejercicio de recuerdo a Juan Antonio Bonachía, nuestro compañero”, había dicho Henar Gallego. Pero el recuerdo más sentido fue el de Pablo y Clara, hijos del homenajeado, que en su nombre y en el de su madre, Nieves, expresaron “un caluroso agradecimiento”.
“Siempre hemos sido conscientes del respeto a nuestro padre, la universidad ha sido su segunda casa. En este homenaje se mezclan sensaciones y enfrentarnos a este discurso no ha sido fácil tarea. Vamos a hablar desde el corazón”, manifestó Pablo, que además de dar las gracias a la UVA -”la universidad siempre tuvo una presencia singular en nuestra casa; forma parte de nuestra trayectoria”-, subrayó el orgullo de su padre por su papel como universitario, “siempre movido por el sentido del deber”.
“Nunca buscó reconocimiento alguno y nos trasladó su orgullo por pertenecer a una institución que tiene entre sus principios el saber y la divulgación. Además representa uno de los mayores espacios de libertad”, dijo Clara, que terminó con una frase del 'Gaudeamus Igitur':
"Vivat Academia
vivant professores
Vivat membrum quodlibet
vivant membra quaelibet
semper sint in flore".
(Viva la Universidad, vivan los profesores. Vivan todos y cada uno de sus miembros, resplandezcan siempre).