Lo que les da de comer la gran cuchara (Burrougs dixit) de las noticias, las mentiras destinadas a convertirse en mierda en las sanas tripas europeas. Las muertes de seres humanos en el Mediterráneo, los continentes extranjeros por saquear y envenenar. Y cuando terminen los aperitivos no se corten, pidan el menú: más, un poco más de todo para el primer plato, el segundo y el postre.
Mas musulmanes andrajosos que, gracias a las bombas pagadas por todos nosotros proporcionan al respetable esa especie de módico desafío. Mas liebres y más zorros, mas toros y bisontes que matar y después dejar pudrir. Más democracias como estas que sacan al ciudadano la piel a tiras y que le permiten, luego, cagarla a gusto, falsificar todas sus promesas para que las mentiras, irreconocibles, brillen con luz propia y además, se aplaudan. Mas muros, mas Tarajales, más sheriffs armados que se entretienen disparando al moro para adornar después con muescas la culata de sus pistolas. Mas cercos de Sarajevo, genocidio en Palestina, feminicidios. Mas señoras Marie Le Penn decentes y devotas con sus rostros mezquinos, tensos, amargos, malvados. Mas pintadas tipo negros fuera y viva Cristo Rey. Mas conservantes, colorantes, edulzorantes más veneno y cocacola. Mas drogas de diseño y menos maría. Mas camellos desdentados y menos capos corleones. Más países imposibles donde no se permite vivirla propia vida. Mas palabras inventadas que encubren todo lo que no se puede decir. Más de todo un poco, especialmente, lo que no se necesita. Mas circo y menos diccionarios. Mas departamentos de Recursos Humanos y menos relaciones ídem. Mas chorizos y menos zumo de naranja. Mas filosofía Gallardona – “gobernar es repartir dolor” – y así…. un largo rato antes de que la gran cuchara sirva el postre: helado de chocolate con aroma de sindicatos que no existen y una guinda al marrasquino de partidos políticos que solo saben meter mano en la caja común. Oh sí, ¡un poco más de todo esto! Porque nosotros los blanquitos europeos (por no hablar de los de otros países) siempre fuimos comilones y un mucho ansiosos. Aunque también somos previsibles: Rebañado el plato, agradecemos al chef sus manipulaciones: le damos las gracias por el pollo hormonado que envenenará nuestra sangre. Por las recompensas y delaciones contra los lobos solitarios. Por las zanahorias al rabo y los pellizcos de monja de nuestra infancia. Damos las gracias por todo y jodidos pero contentos abandonamos el local sin olvidar, eso sí, dejar propina.