No sé cómo me las he arreglado este año para no estar, aunque me hubiera gustado, donde tenía que estar en ese momento. A saber: en la calle. En la calle y manifestándome en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer para exigir que la violencia machista sea tratada como una cuestión de estado y recordando a las 40 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año. Una amiga mía, que sí que estuvo, me dijo que si tenía pensado escribir algo sobre esto debería tratar de inmediato un tema que se tocaba pocas veces pero que está muy relacionado con uno de los puntos del Manifiesto leído en la Plaza del Sol que dice, textualmente, que “hay que tomar conciencia de que la violencia machista hace imposible la convivencia democrática, impide el derecho a la igualdad y constituye un crimen intolerable contra los derechos humanos de las mujeres”. Debí parecerle muy interesada – y por supuesto lo estaba - porque a continuación se largó a hablar y me soltó un lúcido monologo explicándome cómo se había enzarzado allí mismo (en la Plaza) en un debate al parecer inextinguible, con otra manifestante. No puedo saber, hasta qué punto y mientras me lo contaba, mi amiga estaba siendo objetiva porque como acabo de decir yo no estuve allí, pero lo que me interesó especialmente fue que, en vez de sorprenderme me alegró (no saben cómo) comprobar que compartíamos una opinión que en muy pocas ocasiones he tenido oportunidad de debatir. A saber, que el Movimiento de las mujeres tiene y ha tenido siempre, un grave problema: las divisiones. “Lo que me entristece – decía ella - son las altísimas barreras que existen entre nosotras, mi incapacidad y la de tantas otras, por salvar estas barreras, darnos la mano y unirnos por más que, ahora, contra la violencia parezcamos estar de acuerdo todas”.

Bingo.

Yo he asistido algunas veces a reuniones en las que la animosidad entre las mujeres gay y las otras es tan fuerte y tan desagradable que me resultaba insoportable estar allí dentro. Por no hablar, claro, de la que existe entre las musulmanas (velo-si-velo-no) y las occidentales, las que se sienten fundamentalmente madres y las que no. Hay hostilidad entre las solteras y las casadas, entre las que trabajan y las amas de casa y, como digo, entre las mujeres sin hijos y las madres.

Sí, unas y otras estamos en contra de la Violencia pero ahí termina la comunión.

Recuerdo que en una ocasión, intenté explicarle a una camarada feminista porque qué me gustaba llevar maquillaje; ella contestó explicándome por qué a ella no. Ninguna de nosotras entendió una palabra de lo que decía la otra.

“Porque lo que de verdad me interesa – siguió diciendo mi amiga – son las opciones, es decir, el derecho que tenemos cada una de nosotras a las opciones. El derecho – y la responsabilidad – que tenemos de luchar por ellas también a nuestra manera ”. Sí, me oigo a mí misma repetir estas palabras: lo que de verdad interesa son las opciones. Que me permitan decir alto y en mayúsculas lo que pienso y necesito aunque esto coincida poco o nada en absoluto con lo que piensen las grandes estrategas del Movimiento. Comprendo, me identifico con todas las medidas acordadas en contra de la violencia, la explotación de las mujeres o la desigualdad pero siento que las grandes proclamas silencian este tema que a mí me parece esencial. Lo lamento de veras: Posiblemente mi punto de vista no haga justicia a las políticas feministas del Movimiento, de los Departamentos de Género o del Instituto de la Mujer, ni tampoco a esas amigas que piensan que por manifestarse una vez al año están contribuyendo (aunque también) a que cambien las cosas pero después, cuando sus hijos/hijas, llegan a casa con la bolsa de la ropa sucia disfrutan lavándosela y planchándosela. No, en efecto, no comparto ni compartiré nunca ese punto de vista pero lo respeto. No porque crea que esa clase de actitudes no tiene consecuencias –que las tiene - sino porque creo que aunque no sea la mía, esa es la opción que ellas han tomado. Reconozco que no me gusta pero ahí está el asunto. Trabajo en ello. Como todas las cosas que tienen que ver con la Liberación, la fraternidad entre las mujeres no es algo fácil. Yo, si he de ser sincera, la veo bastante difícil.

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