
Nuestras formas, nuestras marcas, y las señales que se empeñan en llamar “imperfecciones”, conforman un mapa de experiencias vitales. A través de ellas podemos leer nuestra memoria. Se han esmerado mucho en hacernos sentir vergüenza de nuestros cuerpos, de nuestras estrías, de nuestras arrugas, tratando de borrar así no solo nuestras formas naturales, sino también retazos de nuestra vida.