Esta historia es cierta. En este artículo todo es cierto pero creo que he de subrayar que esta historia es particularmente cierta. Sucedió hace unos años en el departamento-oficina-despacho de la entonces Defensora de los derechos de alguien (alumnos o profesores no recuerdo). Al principio, cuando sucedió, supuse que el responsable era alguien que mandaba más que ella, mi verdugo… Inventé una escena en la que Él había tenido una charla confidencial con la tal defensora y le había confesado que, en el fondo, el único defecto que me veía para no darme la plaza que me había prometido era que no me veía dócil, nada dócil y que por esa razón había decidido falsificar las actas del concurso de méritos. Fue entonces cuando la defensora decidió acudir en mi ayuda y me aconsejó que mejor lo dejaba correr porque desde ya me decía que reclamando no iba a conseguir nada. Por eso digo que mi confianza en ella estaba sobrevalorada. Y por eso creo que su falta de empatía no tenía nada que ver el sueldo que ganaba, el coleguismo o ni siquiera el miedo: creo más bien que actuaba por cuenta propia. O sea, que era su manera de ser cruel y de competir conmigo bajo el disfraz de la comprensión y de la solidaridad femenina.

¿Que por qué les cuento esta historia? Pues se la cuento, en primer lugar, porque ya no me importa. Y porque me he dado cuenta de que es solo un ejemplo más de lo que a mí me parece una cadena interminable de mujeres que a lo largo de mi vida me han hecho la puñeta. Mujeres cuya competitividad se dirige exclusivamente hacia otras mujeres, gastan sus energías arañando los pocos favores y los pequeños reconocimientos del reino inferior de la Academia (o de la empresa) reservado, por cierto, sólo para ellas. No parece habérseles ocurrido la idea de que los hombres sean responsables de que ellas no suban; en el entretanto, ellas se dedican a recortar los girasoles que despuntan. No quieren la igualdad, quieren un sitio cómodo, la cálida sensación de que los gallos del corral aprecian sus serviles picoteos.

Sí, ya lo sé, mi punto de vista no hace justicia a los colectivos de mujeres que luchan por la igualdad de oportunidades y derechos para ellos y para ellas. Pero ahí está el asunto. Trabajo en ello. Como todas las cosas de la liberación, la fraternidad entre las mujeres es difícil.

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