Un operario ultima la colocación de los carteles de la Seminci en el Teatro Calderón. Foto: Gaspar Francés
Un operario ultima la colocación de los carteles de la Seminci en el Teatro Calderón. Foto: Gaspar Francés

En este mundo en el que la cultura se confunde con el turismo, el arte con la fiesta, educar con mostrar durante una semana un catálogo inabordable de películas, un festival de cine se convierte en algo fútil, etéreo, prescindible si, al mismo tiempo, no viene acompañado de una decidida política cultural, en este caso municipal, que se tome en serio el cine como arte y como cultura y piense más a largo plazo que en el fulgor momentáneo del flash fotográfico o del espejismo de marketing de un programa de radio. En la película “Stranger in Paradise” (Guido Hendricks, 2016), extraordinario docuficción sobre el momento en que los refugiados son evaluados para admitirse su entrada o ser rechazados, el director, con toda la mala leche que desprende la película, aprovecha para lanzar también cierta andanada sobre el mundo del cine y sus festivales, algo que asombra a los refugiados libios que hablan con el actor que previamente ha interpretado tres papeles de sendos funcionarios de inmigración, señalando que los festivales son un periplo en el que los profesionales del cine viven de festival en festival, quedan de un sitio al siguiente, “buenos hoteles, fotos, champán, mucha fiesta, mucho alcohol gratis, eso es lo que hay en un festival de cine”. Ingenuos, los inmigrantes preguntan , ¿eso quien lo paga? , “es un sistema” responde el actor.

Dicho esto no como una crítica a la Seminci, sino a la necesidad de un festival que funciona al cortísimo plazo cuando los responsables políticos cuentan con otras opciones, no excluyentes sino complementarias, que permitirían mejorar la calidad cultural de la ciudad y sus ciudadanos a largo plazo (una soñada filmoteca, una programación alternativa regular en las instalaciones municipales, cantidad de variantes que sólo necesitan de apoyo presupuestario y personas inmersas en otra realidad de la cinefilia, que existen en Valladolid), ya avanzo, aunque a nadie le importe, que no haré crónicas este año de un modelo que me ha agotado, y eso que, subjetivamente, considero que el nivel medio de las proyecciones de esta edición va a mejorar en casi todo, menos en lo que se instaura como buque insignia y que necesita llenar las proyecciones como refrendo del modelo, que es su selección oficial. Uno siente que, aquellos que me leen año tras año llegadas estas fechas saben qué voy a escribir, por qué y cuáles serían los alicientes para satisfacer también a ese puñado de cinéfilos locales y foráneos que echan en falta osadía, riesgo, apoyo decidido a lo alternativo frente al producto de preestreno, por eso me remito a lo ya dicho en otras ediciones, porque en eso nada ha cambiado, homenajes, festejos, días de……, siguiendo en la tradición del niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro, la Seminci, en ocasiones con un oportunismo sonrojante, se apunta a cualquier celebración con independencia de si el acompañamiento de películas es suficiente o, como poco, digno.

Por eso este año sólo quiero hablar de lo que me parece muy interesante para la próxima edición cansado de remar contra corriente y cansado de que el éxito del festival dependa del número de espectadores o del “retorno” que genera a la ciudad cada euro invertido que termina mercantilizando y rebajando el producto final. Hay cosas malas, muy malas en esta edición, la peor el ¿ciclo? Melville. Muchos temíamos el fiasco cuando la Filmoteca Española ha programado este verano la integral de la obra, tampoco tan extensa, una docena de largos y algún corto, del genial director francés, pero nunca imaginamos que se fuera a ser tan cicatero, tan programadoramente calculador para proyectar un único largo y un único corto en lo que se sigue llamando “ciclo Melville”. Que esto ha hecho sentirse estafado a mucho cinéfilo es comprensible. Otro pero, antes de entrar en lo que yo recomiendo ver, se encuentra en el ciclo “Supernovas”, nombre más que discutible para hablar y ver el cine de nuevas directoras con un potencial y unas películas superlativas y que al cinéfilo le remonta a una de las más infamantes películas españolas de mismo título donde la mujer, precisamente, se transforma en mero objeto. “Supernovas”, un ciclo excepcional de cine, es un ejemplo, precisamente, del fracaso seleccionador de la Seminci porque todas estas películas han debido estar a disposición del festival y se han despreciado o no se han valorado, todas y cada una de ellas podrían perfectamente haber participado en la sección oficial del año pasado, y si me apuran en la de éste, sección oficial que, salvo sorpresas, tiene un valor medio harto discutible tras haber visto ya 6 de las seleccionadas. Volviendo a lo anterior ,“Supernovas” es el ejemplo de cómo el festival apenas tiene ideas originales y asume como novedad lo que otros han hecho antes, apuntándose al carro que la revista Caimán ha iniciado este año para reivindicar la figura de la mujer cineasta, la Seminci se apunta, pero ¿se apunta para perdurar o para vender titulares? ¿No sería la ocasión perfecta para definir si a la Seminci le conviene seguir siendo un festival generalista o sería mejor especializarse?

RECOMENDACIONES:

1.- El ciclo completo Supernovas, de la primera a la última proyección. Mis preferidas son “People that are not me” de la directora e intérprete israelí Hadas Ben Aroya, ganadora del D,A de Barcelona, “El futuro perfecto” película argentina de la directora alemana Nele Wohlatz (anunciada el año pasado e inexplicablemente quitada en el último momento de Punto de Encuentro), la soberbia “La idea de un lago” de Milagros Mumenthaler, incomprensiblemente despreciada por la exhibición local tras su estreno este invierno pasado en España y la película griega “Park” de Sofía Exarchou, ruinas de un país sobre las ruínas de un sueño olímpico. Por cierto, me parece erróneo e innecesario meter en este mismo ciclo a directoras ya reconocidas y algo más que “supernovas” como Mia Hansen Love o Maren Ade, dicho sea de paso, como me parece un error sacar de la selección dos excepcionales películas españolas como “Estiu 1993” y “Julia ist”, a quienes tenían que haber acompañado “Les amigues d,Ágata” para cerrar el triángulo de nuevas, y muy jóvenes, directoras catalanas.

2.- En la sección oficial, descartados los excesos que lastran “Doha”, el absurdo de “Libertad”, la inanidad de “Soy un rayo de sol en la tierra”, el espanto de la última película de Agniezska Holland, “El rastro” y el descalabro final de una película que comienza bien, pero que se pierde en su propia bola de nieve como es “Under the three”, y a salvo lo que pueda ofrecernos Naomí Kawase, bien recuperando la excelsa “Aguas tranquilas” o cayendo en lo melifluo de “An”, mis tres recomendaciones son la brasileña “Gabriel y la montaña” de Fellipe Barbosa, “The rider” de Chloe Zao y “Bienvenue Montparnasse” de Leonor Serraille, y con mucha intención y convencido de su calidad, el corto español “Los desheredados” de Laura Ferrés.

3.- En Punto de Encuentro recomiendo, sobre todo, “Dissapearance” película iraní de Ali Asgari, la irregular pero atractiva producción colombiano-argentina “Adios entusiasmo” de Vladimir Durán, la brasileña “Las dos Irenes” de Fabio Meira premiada en el festival mexicano de Guadalajara y una película que viene sonando muy fuerte como es la de Kathleen Hepburn, “Never steady, never still”. Para mi gusto, la iraní “Dissapearance” no sólo es espléndida, sino que optaría a premio gordo en la propia sección oficial.

4.- Tiempo de Historia. Apunta mejores maneras esta edición y parece alejarse del modelo de cine para TV, aunque los nombres más reconocidos pasen sin opción a concurso, una selección donde se encuentran Agnes Varda (Visages, Villages), Barbet Schroeder “El venerable W”, Matthew Heineman con “City of ghost” o Denis Coté con “Ta peau si lise”, merece no perderla de vista. Además concurren películas multipremiadas, como la búlgara “The good postman” de Tomislav Hristar, la sorprendente, experimental, dura y bella película libanesa “Panoptic” de Rana Eld, el video ensayo “Taste of cement” de Ziad Kalthoum, la holandesa “De kinden van guf kiet” en la senda de “Ser y tener” o ese reclamo cinéfilo que es 78/52 de Alexandre O Philippe sobre la famosa escena de Psicosis.

5.- “Spanish cinema”. Que la Seminci no se preocupa demasiado por los nuevos cines españoles, apartándoles una y otra vez de las secciones más publicitadas es un hecho, pero este año en esta sección que funciona como cajón de sastre atrabiliaria se pueden ver cosas tan potentes como “Demonios tus ojos”, la morbosa, inquietante, oscura última película de Pedro Aguilera, “Estiu 1993”, qué decir de esta maravilla de Carla Simón, más de 12 semanas en cartelera en Valladolid y quizás innecesaria en este festival porque ya la ha visto todo el mundo interesado, “Donkeyote” de Chico Pereira, tierno y optimista documental donde revive Sancho Panza y su burro en un personaje realmente atractivo, “Julia ist” de Elena Martín, retrato de una generación abandonada a su suerte cuyo futuro ha de empezarse a fijar en el exterior antes que el país que te ha formado, las potentes y extraordinarias “Mimosas” de Oliver Laxe y la superlativa “La mort de Louis XIV” de Albert Serra, y el entretenimiento lleno de mala leche que es “Selfie” de Víctor García León.

Creo que doy opciones más que suficientes al cinéfilo para descubrir películas que no sólo es que me gusten a mí, sino que vienen avaladas por comentarios elogiosos de críticos o premios en festivales prestigiosos como Rotterdam, Locarno, Visions du Réel…… aprovechen para disfrutar aunque ya saben, el recuerdo es efímero y el festival acabará el día 28 y, lamentablemente otro año más, hasta octubre de 2018 ni estará ni se le espera un cambio en la relación entre el cine y la ciudad como actividad cultural pública.

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