
SECCIÓN OFICIAL
THE PARTY de Sally Potter. Si digo que una película de 71 minutos se me hace larga, reiterativa, alargada en el exceso. Que sus personajes son meros arquetipos sin desarrollo, que contiene un grosero error de guión que, si revelo, elimino la intriga final adelantada desde el inicio, que apenas contiene un elemento de valor cinematográfico salvo la reunión de un espléndido reparto en nombres que, salvo excepciones como Patricia Clarkson o Bruno Ganz, está sobreactuado y roza el histrionismo en muchas de sus apariciones, queda claro que el resultado no me ha convencido ni supera la enésima representación fílmica de lo que aparenta una obra de teatro llevada al cine. Y teatro filmado hay mucho, incluso obras maestras como «La soga» o «La huella», sin ir más lejos, pero el riesgo de encerrar a unos personajes en un espacio, más o menos cerrado, exige una inventiva visual y un riesgo, que un puñado de chistes o respuestas ácidas o irónicas de un solo personaje no consigue levantar. El vodevil no está mal en si mismo, si eres Lubitsch puedes tomar una obra de teatro de Noel Coward y componer un auténtico maremoto de sentimientos, erotismo y sensibilidad como «Una mujer para dos» (Design for living), pero desde luego esta historia de engaños matrimoniales a varias bandas, crisis matrimonial lésbica al comienzo de la relación y chamanes curativos aunque sean interpretados por Bruno Ganz no alcanza la calidad suficiente para poder ser esperada como obra de un festival de «cine de autor». Eso sí, el público se ha reído y ha aplaudido al final de la representación.
POKOT de Agnieszka Holland. Subproducto de irreproducible contenido, parece increíble que la directora polaca haya sido capaz de pergeñar tal despropósito, componer una fábula ecologista a base de asesinatos, vender un producto de dudosa moralidad final, realizar su película a base de saltos de tiempo inconexos que no son elipsis, sino auténticos saltos al vacío donde no es de extrañar que los actores terminen por parecer todos ellos aficionados que salen en pantalla como pollos sin cabeza y que, como premio, los festivales te seleccionen para publicitar la obra. Confundiendo «fotografía» con «paisajismo», este relato que quiere ser de intriga sobrenatural, que va derivando hacia la ineficacia de la autoridad para poner fín a la caza furtiva en los bosques de Polonia donde se desarrolla la acción y que termina como un «noir» de lo más burdo es, con diferencia de la media docena larga de películas vistas de la sección oficial lo peor. Resulta indiferente si resultó premiada o no en Berlín con el premio Alfred Bauer por «abrir nuevas perspectivas al lenguaje cinematográfico», es más, deja en muy mal lugar a un jurado capaz de premiar esta sinrazón, y su presencia a última hora en la Seminci sólo puede entenderse como una concesión a la distribuidora que ha retrasado su estreno programado en España para antes del festival, un mal que envenena muchas secciones oficiales de festivales que quieren hacer creer que traen el mejor cine que pueden a su sección a concurso y lo que hacen es convertirse en plataformas publicitarias de los catálogos de películas a comercializar.
TIEMPO DE HISTORIA.-
HYVA POSTIMIES, «El buen cartero» de Tenislav Hristov. El multipremiado documental búlgaro de Hristov es uno más de los exponentes de esta sección del festival dedicado al drama de la inmigración. Nuestro cartero, que intenta acoger en el pequeño pueblo donde vive a familias sirias de refugiados para que los apenas 50 vecinos puedan pensar en que el pueblo tenga futuro y volver a ver niños en el mismo, se encuentra con la oposición mayoritaria de la población. Envejecida, temerosa, nostálgica de un comunismo donde el dinero era accesorio porque había comida, había calefacción, no faltaban los productos ni los servicios básicos y ahora el simple hecho de pagar el agua corriente resulta un drama, la población, y por extensión Bulgaria, se vuelve conservadora, xenófoba, ultraderechista, nacionalista. Esta corriente narrativa coincide con una campaña electoral municipal simpática donde todos los votantes y candidatos se conocen y con el constante flujo de sirios a través de la frontera con Turquía, donde nuestro cartero, de buenas ideas filantrópicas no deja de avisar a FRONTEX cada vez que ve, con sus prismáticos, a un grupo de personas entrar en la UE. La moraleja final se ve venir, pero no por ello elimina el arranque de dignidad de nuestro cartero tras comprobar la enésima barbarie en televisión durante la guerra civil en Siria.

PUNTO DE ENCUENTRO.
ADIÓS ENTUSIASMO de Vladimir Durán, Argentina-Colombia. Como en el día de ayer, el mejor largometraje a concurso se encuentra en la sección paralela «Punto de encuentro», puede que irregular, pero atrevido, convulsionador, explorador de una familia donde lo femenino alcanza un papel casi excluyente y sobre el que gira la totalidad de la propuesta a partir de la mirada extraviada y extraña de Axel, el más joven, que asiste entre perplejo y paralizado a unos rituales inexplicables que mantienen a su madre encerrada en el cuarto de baño, con la única comunicación exterior de un pequeño hueco desde el que ordena a sus hijos o recibe comida, libros, dvd,s; una reina aislada pero que controla hasta la forma en que su cumpleaños tendrá lugar, los invitados que comparecerán («te diría que hay hasta gente de más»), una historia en la que todo se va transformando en una representación teatral en la que alguien tiene que decidir tomar partido y romper con el absurdo, dar el juego por terminado para acabar con los caprichos, o callar para siempre. Rodada en el espacio envolvente y asfixiante de un piso, la iluminación y los reflejos establecen la dualidad que muchos de los ocupantes no quiere ver siguiendo la corriente a una pretendida enferma que no es sino ejemplo de una enfermedad que afecta a toda la institución. Apetecible, formidable propuesta y puesta en escena que puede desentonar en ocasiones por bajadas de tensión o excesos de absurdo, pero que compone un evidente éxito para el festival al incluirla como ejemplo de un cine dispuesto a romper con los clichés de las historias de presentación, nudo y desenlace, de mirada límpida y complaciente final buenista. La vida se parece más a «Adios entusiasmo» de lo que lo ilógico de su planteamiento pueda parecer, pero la pena es que Seminci apuesta muy poco por este tipo de cine.
PARIS LA BLANCHE de Lidia Terki. Prescindible película llena de clichés cooperativos como si Ken Loach aún hubiera abierto más la espita de la solidaridad entre humildes para que todo funcione a la llegada de un anciana argelina a Paris en busca de un marido que hace 48 años marchó a trabajar a Francia y del que lleva 4 años sin saber nada, salvo que puntualmente, todos los meses, recibe parte de la pensión. Desde el primer hasta el último personaje ayuda a la mujer a encontrar a un marido que, intuímos, no quiere ser encontrado, dando lugar a soluciones narrativas que avergonzarían hasta a un estudiante de primero de audiovisual, para que, producido el forzoso reencuentro que justifica la película, entre ambos no se plantee directamente y a las claras los motivos de uno y otro para comportarse de esa manera, decidiendo pasar una noche bajo las estrellas y dejando al espectador con la pregunta, ¿será capaz la directora de no afrontar el tema y tenernos durante 80 minutos alejados de la realidad que ella misma propone? Pues si, es capaz y lo hace.