A mediados de los 90 aparece publicada La broma infinita, de David Foster Wallace. El algo así como peor cantante de Las Vegas es elegido presidente de los Estados Unidos; USA se aísla, arroja su basura con potentes catapultas al otro lado de un muro que ha construido; USA no quiere saber nada del resto del mundo porque no le importa porque manda; hay zonas del territorio USA tan contaminadas que nacen seres extraños, junglas nunca vistas; hay un control total del individuo por parte del estado; el presidente está tan lleno de manías como decían tenía Howard Hughes; deporte y entretenimiento… la vida americana sigue.

En 1985 se publica una novela inédita de Philip K. Dick, Radio Libre Albemut. En ella el presidente de Estados Unidos es un tal Ferris Fremont. Había iniciado su carrera ‘política’ derrotando con “acusaciones difamatorias” a su rival demócrata, una mujer. “En aquel tiempo Fremont era un patán imberbe, de gruesas mejillas e imberbe, con pobladas cejas negras y engominado pelo negro que parecía pegado a fuerza de grasa; llevaba trajes a rayas, chillona corbata, zapatos bicolores, y se decía que tenía vello en los nudillos. Le gustaba llevar un sombrero de cowboy… No vale la pena insistir en la moralidad de FF. El tiempo ya ha dado su veredicto, el veredicto del mundo –sin contar la Unión Soviética, que le respeta muchísimo-… es un hecho. Los rusos le respaldaron, los derechistas le respaldaron y por fin casi todo el mundo, a falta de algún otro candidato, le respaldó”.

Un estado fascista, “los Americanos Leales podrían volver a respirar sin impedimento alguno”, al que se opone el protagonista del libro, un hombre en contacto o poseído por un ente exterior, de las galaxias, una conciencia divina, que le hace revivir sus vidas pasadas, en concreto, las de la Roma Imperial: “No tomaba parte en una lucha reciente sino en una muy antigua; se había combatido sin tregua durante dos mil años. Los nombres habían cambiado, al igual que las caras, pero los adversarios seguían siendo una constante inmutable. El Imperio de los esclavos contra aquellos que luchaban por conseguir la justicia y la verdad…, no la libertad exactamente, en el sentido moderno de la palabra, sino las ventajas inexistentes hoy en día, sepultadas bajo la mole de un Imperio que abarcaba simultáneamente los Estados Unidos y la Unión Soviética como manifestaciones idénticas. Los EE.UU y la URSS, comprendí, eran las dos partes del Imperio tal y como habían sido divididas por el emperador Diocleciano con fines puramente administrativos; en el fondo era única entidad, con un único sistema de valores. Y su sistema de valores era el concepto de la supremacía del estado. En su escala, el individuo no pintaba nada, y los individuos que volvían las espaldas al estado y producían sus propios valores eran el enemigo”.

K. Dick era de una generación para la que tenían sentido las palabras fascismo-antifascismo, una generación donde “los polis, polis son, solamente hay distinciones de rango, superiores e inferiores”. Foster Wallace era de una generación que había visto la tvserie, Canción triste de Hill Street –se introducían otras distinciones entre los/as polis-; de la generación del primer claro antecedente de Donald Trump: Reagan; una generación sin terrorismo interno porque había sido eliminado; una generación de mentes brillantes a las que se presentó una oportunidad de engancharse a un cambio, señalado por la música (el protagonista de la novela de Philip K. Dick utilizará la música como medio de subversión, lucha, resistencia contra el presidente fascista). Al no entrar a formar parte de ese cambio –otras alternativas a lo narrativo, a los modelos imperantes de música pop/ular-, pocas alternativas quedaban: formar parte de la industria con distinción, o como el joven protagonista de La Broma Infinita: la locura. Y no es la del Joker (El origen más aceptado del Joker es el de un pobre hombre, cómico sin éxito, con una mujer a punto de dar a luz; sin apenas recursos económicos, participa en un robo, que acabará mal para él y del que emergerá el Joker: el enemigo principal de Batman, billonario vengativo contra el crimen. Frank Miller tiene una brillante idea para la segunda parte de su viejo Batman: El Señor de la Noche contraataca: pasa a la clandestinidad y lucha contra el fascista presidente de los USA).

Dos novelas de anticipación. La de Foster Wallace recorrida por una honda tristeza; la de Dick con esperanza: “En manos de los niños, pensé. Los niños”.

Vemos gente manifestándose contra Trump en los USA. Muchas mujeres al frente: “Las mujeres saben que los nazis no inventaron nada de nuevo” (Virginia Woolf).

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