Latín: Divertere De-verterse

En, por ejemplo, otro o en algo

Lo abstracto, abstracción, abstraerse,

el baile bailar.

En los 90 del siglo pasado el baile señalaba modernidad, la actualidad, porque era otro baile y permitía lo diverso, seguía siendo para la diversión. Dance (en inglés o en español, fenómeno internacional).

En los 90 el dance por las periferias, era la actualidad porque era la ‘marcha’ de la juventud del momento, con permiso de los rockeros sumergidos en la omnipotencia de la depresión; del pop que anticipaba el primer brexit desde su Oasis; de las músicas del mundo para aliviar la crisis treintañera cuarentona y subsiguientes; en ‘Killer barbies’, de Jesús Franco, Santiago Segura interpreta a un paletomajara aporreando la batería al tiempo que ¿canta? bakalao bakalao (entiendo la repulsa de Jesús Franco ante el ‘bakalao’, él melómano de la vieja escuela, sin embargo tan decidido a ser libre en la menos libre de las artes, y lo consiguió).

Dreambeach Villaricos (Almería) edición 2016: 120.000 personas; este año se apunta el Gueta, señal de que esta cita es algo importante dentro del género, en lo cuantitativo ¿señal de tranquilidad para autoridades? Las que acorralaron el dance, porque-se-tomaban-drooogas pim pam lacasitos era viral antes de lo viral, no estaba ‘domesticada’ aquella escena donde se bailaba. Ahora parece que se puede, mientras no lleguen noticias de que sigue siendo maaalo.

Tengo unos 17 años, estoy en una discoteca de Cuéllar, de madrugada, la gente baila en la pista, era tiempo de canciones, “tengo que bailar”, me digo. Suena Rosendo-Leño, me lanzo, salto, bailo, el resto fue fácil.

En los 90 oigo la música de baile, prefiero el techno al house; en una discoteca de Valladolid que había por la Farola veo a la gente bailar, pincha Josua. Sólo escucho/observo. Cada chico-chica baila a su aire, un no estilo dentro de un estilo, como siempre hay de todo en la pista, también abstraídos/as. Qué pena de tiempo en el que no me siento estar, no qué pena de baile (observando imagino cómo puede ser bailar esos ritmos electrónicos; me altera de forma acuciante la promesa de verterme, de abstracción, de salir a la pista. Decían que sí, que era cierto lo que se decía que con éxtasis pillabas mejor con esa música. Y que durabas más bailando, no te cansabas. En realidad quien decía esto había descubierto cómo desaparece el cansancio al bailar, entras en otro dominio del tiempo –sin pastilla también pasa-, bailando puede suceder lo que contaba Mohamed Alí que si estabas al borde del K.O y superabas el deseo del cuerpo de abandonar, de decir basta, resurgías y nada ni nadie te podía detener. Traspasar el límite. Como se suele decir: sí-se-puede). Ahora, a veces, bailo rock and roll –sic-, el viejo soul-funky para diversión de otrxs, o solo, me hace sentir bien.

A veces echo de menos escuchar hip-hop, preferentemente negro, más que escuchar otras músicas anteriores de procedencia similar –Diploide saca nuevo tema: “Chócalala”-; pienso en su break dance, presente desde los 80, qué arrebato de baile ¡se tira al suelo! gira, hace cabriolas, lo que quieras ¿dónde se ha visto que el cuerpo, no sólo los pies, se pegue a la tierra? ¿cosa de negros? Me suena que algo había en el rock and roll. Más claro tengo el spagat, apertura de piernas el sexo pegado al suelo, del ballet clásico, pero ¿no es en la danza contemporánea donde los cuerpos empiezan a contactar con el suelo, a moverse por él? Sí, la ruptura contra las normas del clásico.

Una serietv, OA, un grupo de chicos y chicas encerrados por un médico que es, por resumir, tipo sicópata encontrará un modo de escaparse a través del baile, de factura contemporánea. “El baile es: la búsqueda de la libertad”, dicen los que bailan, los profesionales, los artistas, quienes son capaces de darle un sentimiento a una figura, una postura, un movimiento del cuerpo, aunque sea el de un dedo. En el baile sólo mandas tú, eres el creador. Esto se lo oigo, sobre todo, a los flamencos (Dice Israel Galván que encontró su baile entre los huecos del baile flamenco canónico, lo que se ha dado en llamar deconstrucción flamenca. No todo está inventado, no mientras existan individualidades con sentido de lo colectivo. Su próximo baile se llamará ‘La Fiesta’, uno de los fines claros y visibles del flamenco, acontecimiento donde se manifiesta la “fecundidad del desorden”, “el despilfarro flamenco”, dijo estos entrecomillados Climent, el porteño primer flamencólogo, de cuando a la fiesta se llamaba juerga, que deriva de huelga; fiesta habrá este viernes en la Biblioteca Pública como homenaje a Bernardo, cantaor, amigo, aficionado, a las siete y media de la tarde).

Viendo en directo a Soziedad Alkohólika, allá por los 90, asaltado por su acelerado metalcore sólo se me ocurría tirarme al suelo para bailarlo, para seguir el ritmo, el pogo se me quedaba corto. Decía el escritor polaco Gombrowicz que él no bailaba ¡porque no quería hacer el ridículo!, era lo que veía en quienes bailaban, allí donde otros vemos lo sublime. Cosas de la Forma. Incluso puede resultar asqueroso. Pasa con el baile, pasa con el arte.

Yo tengo mis reparos con el reggaetón; aún más tengo, llegando a ese lo asqueroso con el tipo de baile que tanto se ha extendido y se proyecta con total normalidad en las teles, ese que relaciono con el baile de tíos y tías haciendo strip-tease, mucha pose como lasciva, de mete-saca culo-entrepierna, de cadera no tanto sobre todo los blancos. Creo que el reggaetón va por otro lado, dado su origen América del Sur, latino-caribeña-salsa-son-rumba…, que su sensualidad-sexualidad bailable es otra.

Siempre ha estado presente lo sensual, sexual en el baile, de forma evidente, explícita o simbólica. De nuevo lo de la libertad igual baile. Represión de los cuerpos, hasta en las danzas folklóricas. Por ejemplo, “El poder en el folklore: los cuerpos del No-Do (1943-1948), de Beatriz Busto Miramonte: “Bailar, cantar, tocar y vestirse para la ocasión, son verbos, por lo tanto acciones, que guardan relación con lo musical, y, como acciones que son, su ejercicio se desarrolla a través de los cuerpos. Tales cuerpos están atravesados por consideraciones orales, religiosas, económicas, políticas, de clase. Así, bailar, cantar, tocar y vestirse para tales ocasiones son manifestaciones existenciales, políticas y emocionales de las personas que desarrollan tales actividades. NO-DO contribuyó a la construcción de estereotipos culturales y a relaciones de género con  implicaciones políticas a través de las relaciones musicales” (Revista Transcultural de Música, nº 16).

Si una música no se puede bailar ¿es música?

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