Puede que esta película no llegue a muchas ciudades, o casi a ninguna, pero seguro que en aquéllas donde las salas comerciales no se atrevan, ni en pleno verano, a proyectar todo un clásico de la ciencia ficción que ve la luz ahora, 54 años después, gracias a la distribuidora Capricci, las filmotecas regionales o locales suplirán el vacío, salvo en las ciudades que se miran mucho el ombligo y donde ni las salas se atreven ni las filmotecas existen. Cuestión de prioridades y modelos culturales, seguro, pero el cine de calidad ya no vende si no viene acompañado de una alfombra roja de por medio y un canapé con copa de vino para fomentar las relaciones sociales, así que al cinéfilo le queda esperar o desplazarse a su capital más cercana (capital de las que llevan mayúscula, que no son muchas) para disfrutar de una experiencia muy atractiva, muy ingenua, muy romántica, con una visión del mundo del futuro visto desde el bloque comunista; en plena guerra fría y con la crisis de los misiles aún reciente. La distribuidora vende su producto como un «precedente» del que Kubrick habría tomado ideas para su «2001, odisea del espacio», aunque quien vaya a verla pensando que las claves complicadas de la pelicula del británico pueden descifrarse en la película checa se equivocará. Me parece incuestionable que la «intertextualidad» de Kubrick viene referida a ideas visuales más que al fondo de la película, incluso algunos de los episodios pueden relacionarse entre ambas películas, pero desde luego no como una unidad formal sino como una utilización de lo que, en imágenes, resulta muy convincente y muy potente, sobre todo si los efectos especiales permitían, un lustro después, desplegar una batería visual mucho más potente y atractiva que los limitados medios que se adivinan tras la película checa y que acerca ésta al modelo de ciencia ficción norteamericano de los 50, con espacios asépticos y metálicos, más que al despliegue de luz y sonido de décadas posteriores.
Checoslovaquia. 1963.
Dirección: Jindrich Polák.
Guión: Pavel Jurácek y Jindrich Polák, basado en una novela de Stanislaw Lem.
Música: Zdenek Liska.
Fotografía: Jan Kalis, Sasa Rasilov.
Edición: Josef Dobrichovský.
Vestuario: Dena Rova.
Dirección de arte: Karel Lukas, Jan Zázvorka.
Reparto: Zdenek Štepánek, Frantisek Smolík, Dana Medrická, Irena Kacírková, Otto Lackovic, Miroslav Machacék, Martin Tapák.
Basada en la novela de Lem, «La nebulosa de Magallanes» (¿qué sería de la ciencia ficción sin la obra narrativa de Lem?), el cineasta comienza la historia partiendo de una fidelidad al original literario, donde la humanidad (y sobran las explicaciones explícitas) vive en una especia de «pax romana» bajo la armonía de un presente comunista que ha hermanado a todos los países. Ikarie XB1 es una nave que va a realizar su primer viaje fuera del sistema solar durante unos largos 28 meses para la tripulación, que en tiempo terrestre se van a convertir en 15 años, a la búsqueda de otras civilizaciones extraterrestres, a la búsqueda de más conocimiento, de más solidaridad, de más humanidad, una tripulación de diversas nacionalidades no expresadas pero que se advierte en los nombres de los cosmonautas. En ese trayecto la nave descubrirá un cuerpo estelar desconocido que resulta ser una nave terrestre del pasado, de dos siglos antes concretamente, una nave errante y activa, en cuyo interior el realismo socialista retrata todos los males del mundo capitalista. El interior de la nave permanece prácticamente intacto y revela toda una hecatombe ocurrida dentro cuando tripulación y pasaje fueron matándose unos a otros usando los medios a su alcance en una especie de selección natural por la supervivencia que acabó con todos ellos. Dinero, joyas, riqueza, no evitaron el desastre, algo que en el armónico mundo de la nave multicultural no es posible que surja, salvo por accidente, en este caso nuclear. El accionamiento involuntario de los mecanismos de lanzamiento de misiles nucleares con los que la nave del pasado estaba equipada expone a la tripulación de la Ikarie a una fuente de radiación desconocida en su rumbo a una estrella blanca que es su destino final.

Polak juega con el tiempo del relato, comienza por el final para retrotraernos después a unas horas antes de ese descorazonador «la Tierra no existe» que el astronauta Michal dirige al puesto de mando de su nave. La película recrea entonces lo sucedido para llegar a ese punto de tensión y de aparente autodestrucción. La pesimista visión de la novela, en ese rumbo de la nave hacia Alpha Centauri, es modificado por el guión para ofrecer al espectador los resultados de creer en el futuro de la humanidad, en el trabajo en equipo, en el esfuerzo colectivo sin individualidades ni rivalidades. Cada miembro de la tripulación, en una paridad entre hombres y mujeres encomiable frente a la visión machista del cine clásico occidental, asume su rol y su responsabilidad sabiendo que su trabajo es esencial para la consecución de la misión, pero sin perder de vista que sin el trabajo de los demás lo que uno haga resultará insuficiente. La resolución de la trama es naïf, demasiado ingenua, muy buenista, pero no olvidemos que el mundo de ese momento acababa de superar uno de esos momentos autodestructivos que parecían inevitables. La crisis de los misiles de Cuba colocó al planeta ante la inminencia de una guerra nuclear de consecuencias extremas, y la película juega con ese miedo y los efectos de una carrera armamentística y de guerra creciente. Arrima la conclusión a una tolerable versión para un régimen que tampoco era un modelo de libertades, pero expone las consecuencias del armamento nuclear en una historia muy dulcificada respecto de la ofrecida en la novela, así ofrece al mundo una teoría y una solución ficcional pero que satisfaga una versión conductista para sus propios espectadores en la que el mal de la humanidad en 1963 tenía su origen en el modelo consumista del capitalismo salvaje, algo que partiendo de un sofisma argumental, ahora, cinco décadas después, estamos en condiciones de asegurar que tampoco estaba tan equivocado.
El espectador apreciará imágenes que, si fueran en color y con más medios o avances técnicos, le parecerá que se encuentra ante el referente kubrickiano, las luces de los trajes espaciales (aquí en el pecho), los pasillos geométricos de la astronave, el ordenador central (simpática oposición entre ese ordenador impersonal a medio camino entre el Hal 9000 y la Madre de «Alien» y el robot humanoide Patrick, que recuerda a ejemplares como el de «Forbidden planet), las reparaciones exteriores de la nave, las hibernaciones, las videoconferencias con la tierra, el tiempo......son ideas que apenas 5 años después podremos volver a ver depuradas y mejoradas, pero también Kolak parece inspirarse en obras anteriores occidentales como la ya citada, o los experimentos espaciales del Dr. Quatermass, la estética de «El enigma de otro mundo», y no sólo Kubrick se habría nutrido de la puesta en escena de Kolak, sino que viendo «Ikarie XB1« se aprecian ideas muy asumidas en la saga «Alien» como el ordenador que asume el mando en caso de crisis, el encuentro con una nave desconocida que es explorada y desencadena una rara enfermedad que anula a los afectados, o la escena del malestar corporal en medio de una comida espacial que, sin duda, a muchos les acercará al famoso momento en que John Hurt es abandonado por su huésped en la seminal «El 8º pasajero». La película de Polak es una mezcla de muchos géneros aunque la ciencia ficción predomina por su ambientación y objetivo, pero hay en su seno una historia de amor incipiente, un nacimiento como sinónimo de futuro (ojo a Alien Covenant), cine dentro del cine con la joven pareja disfrutando de una proyección, una reivindicación de la ciencia como solución de problemas que parecen complejos, hay un discurso político sutil y, vista desde nuestro presente, un documento de memoria histórica muy eficaz. Es una lástima que el verano haya dejado de ser el tiempo de la reposición de cine clásico, es una pena que esta película no pueda ser disfrutada con un lanzamiento de tantas copias como las payasadas infames que semana tras semana encuentran un hueco en la cartelera, es lamentable que la publicidad gratuita de los telediarios se centren en el estreno de la multinacional de turno, pero es más lamentable que el espectador ya no lo eche de menos y ni tan siquiera lo añore.