La política es el arte del posibilismo. Los políticos muchas veces actúan como si de verdaderos equilibristas se tratara. Pueden decir una cosa y la contraria. No son ,como diría Derrida, esclavos de las oposiciones binarias que han dominado la metafísica logocéntrica. Ejemplos de ese carácter eminentemente creativo del lenguaje político los podemos encontrar a ambos lados del espectro político. Por ejemplo con el Partido Popular, que en fechas pre-electorales suele enarbolar la bandera del anticomunismo, erigiéndose en la última “barricada burguesa” frente a los “potenciales desmanes de las hordas rojas”. Una vez pasadas las elecciones, “vuelta al consenso social-demócrata” y al saqueo sistemático del erario público. El PP es una máquina de acumulación de poder. Al final va a resultar que la lectura favorita de Rajoy no es el “Marca”, sino la Crítica de la Razón Cínica de Sloterdijk.
El caso del Psoe es también paradigmático. Llevan cuarenta años girando en direcciones opuestas, hacia la izquierda y hacia el socio-liberalismo. De hecho, a veces uno tiene la impresión de que dicho partido es la perfecta ejemplificación de la tercera Ley de Newton, esa que dice que siempre que uno cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, este segundo cuerpo ejerce una fuerza igual y de sentido contrario sobre el primero. Ya que la politología no nos permite realizar análisis certeros sobre las causas últimas del exorcismo llevado a cabo por los barones del partido contra los “demonios populistas y nacionalistas” del PSOE, quizás debamos volver a la mecánica clásica. Tampoco estaría de más que buscáramos analogías históricas. Ese enfrentamiento fratricida entre Susana y Pedro, recuerda a esa otra “ primera y cruel guerra civil castellana” entre el rey Pedro I de Castilla, mal apodado como “El Cruel”, y Don Enrique de Trastámara. Al fin y al cabo, como en el caso del PSOE, lo que subyacía entonces no era más que una lucha de poder, entre la nobleza y el pueblo llano, encarnado en su popular monarca. Como ocurre ahora en el PSOE, entre las baronías y la militancia . Una metáfora histórica más del gusto del sector Susanista sería la de la revolución cultural maoísta. Al igual que Mao Tse Tung lanzó a las bases del partido comunista chino en 1965 contra Liu Shaoqui y los sectores más “aburguesados” de mismo, en una maniobra tan cruel, como políticamente inteligente, Pedro Sánchez habría instrumentalizado a la militancia, ávida de democracia real y retorno al socialismo, contra los aparatos del partido, vendidos al capitalismo neo-liberal y a los espúreos intereses del IBEX35.
Podemos se pretende ahora otra vez “quinta esencia del democratismo radical”, ese que tanto denostaban personajes como Platón o Nietzsche que venía a considerar que la democracia en puridad era un intento de “convertir al rebaño en amo”. Hasta hace pocas fechas, el partido de Pablo Iglesias parecía profesar la fe socialdemócrata, eso si, en su versíon maximalista tipo Albin Hansson, no en su versión anémica, tipo Schröder o Tony Blair. Pablo Iglesias, ahora quizás impulsado por la escasa movilización del electorado, pretende recuperar la ardiente retórica del partido bolchevique, en su lucha contra el posibilismo errejonista-menchevique. Dice el refranero popular que siempre hay desconfiar de la fe del converso. Que Pablo Iglesias es un político es algo que ya nadie puede cuestionar. La cuestión radica en si, todavía, se le puede considerar un estratega. Solo el tiempo dirá. De momento las veleidades socialdemócratas parecen fruto de un amor pasajero, por el marketing electoral y los sondeos de opinión. Al fin y al cabo, todas las encuestas dicen que España es de “ Centro-Izquierda”. Que es tanto como decir que no es de “nada”.
Otra de las características de los sistemas políticos actuales (las democracias liberales realmente existentes) es su fascinación por la idea de la moderación, por la centralidad y el culto a la “estabilidad” como valor fundamental de la democracia, incluso por encima de la voluntad del demos. Chatal Mouffe denuncia que las modernas democracias neo-liberales son presas de este culto a la centralidad que lleva a la “despolitización de la política” (oxímoron posmoderno). Que deja de entenderse en términos de antagonismo entre el demos y las oligarquías, para pasar a cultivar una exaltación hiperbólica de la idea del consenso.
Un ejemplo de este culto neurótico por el consenso lo encontramos en C's (acrónimo posmoderno de Ciudadanos, otrora Ciutadans y antes Libertas-Ciudadanos, en su fase más “facha”). Albert Rivera se ha visto tantos videos de Aldolfo Suárez, que parece un imitador barato del “Rey del Centro Político y Social”. Creo que ni en Memphis encuentras imitadores tan buenos del otro “Rey”, el del Rock and Roll. Primero fueron anti-nacionalistas, luego españolistas, más tarde socio-liberales, pasaron por “sensatos social-demócratas” y han acabado de “apuntadores” del mal actor político, Mariano Rajoy Brey,
Respecto de IU, últimamente conocida como Unidad Popular, se pueden predicar muchos atributos. Aunque no precisamente el del travestismo, dado que se trata de una coalición tan heterogéna, como muchas veces incomprensible. Por allí anidan ecologistas, feministas (de verdad y de salón), animalistas de los burros y de los sensatos, comunistas de antaño y de ahora, social-demócratas despistados e incluso republicanos!!!!. La coherencia es imposible, por la sencilla razón de que carece de una única voluntad. Cayo Lara proclamaba que había que ir por la senda A, mientras Alberto Garzón pensaba que mejor por la de B. Al final se impuso la línea recta, que en la geometría política no es la distancia más corta entre dos puntos, de Alberto Garzón, quien pensó en que a la coalición le iría mejor pastando por los morados prados de Podemos. Gaspar Llamazares llamó a la insurrección general en el seno de la coalición. Vamos una jaula de grillos en muchos casos. En fin que de los partidos, de todos, se puede decir eso de que “dime de que presumes y te diré de lo que careces”. Podrán criticarme por lo que escribo, pero no por “no casarme” con nadie. Que en estas cosas de la Política, prefiero la “castidad”.