Un reloj marca los ritmos vitales de Paterson, encadenado al discurrir de las manecillas en el interior de la esfera, el personaje interpretado por Adam Driver vive pendiente de esa pequeña maquinaria que le recuerda dónde está y qué le queda por hacer día tras día. Cuando Paterson se desprende de su reloj acaba su día de observación y su vida de rutina. Mientras tanto su vida es una reproducción sistemática de comportamientos y frecuencias que evitan cualquier sorpresa, cualquier riesgo. Los días para Paterson son casi una fotocopia perfecta del anterior, las pequeñas variaciones no dependen de él, sino de quienes le frecuentan, su esposa, su perro, los clientes del bar al que acude todas las noches de diario, una avería del autobús que conduce, las conversaciones de los pasajeros, variaciones de las que obtener material que recrear en sus poemas. Los demás marcan las diferencias en los días de Paterson, aunque esas variaciones también terminan convirtiéndose en costumbre. Cada noche pasa algo diferente en el bar, pero en el fondo todo responde a una misma estructura amorosa que se reproduce en el ambiente cerrado de un pequeño local mientras barman y Paterson recuerdan a las viejas glorias de la ciudad, cada día la esposa ha tenido una idea creativa genial que no es sino un continuo circular sobre la necesidad de intentar encontrar su sitio vital con una creatividad expansiva que Paterson no se atreve a cuestionar, de la misma manera que ella no juzga ni critica sus poesías; cada día Marvin, el bulldog retador de Paterson, le tiene preparada alguna pequeña venganza por ese duelo doméstico sobre quien es más importante para Laura. Son las diferencias que marcan el ritmo de ese reloj reiterativo, apenas perceptibles, apenas apetecibles.

PATERSON.

Estados Unidos. 2016.

Director: Jim Jarmusch.

Guión: Jim Jarmusch.

Fotografía: Frederick Elmes.

Música: SQÜRL.

Reparto: Adam Driver, Golshifteh Farahani, Kara Hayward, Sterling Jerins, Luis Da Silva Jr., Frank Harts, William Jackson Harper, Jorge Vega, Trevor Parham, Masatoshi Nagase, Owen Asztalos, Jaden Michael, Chasten Harmon, Brian McCarthy.

Diseño de producción: Mark Friedberg.

Diseño de vestuario: Catherine George.

Montaje: Affonso Gonçalves.

Producción: Carter Logan, Joshua Astrachan.

Producción ejecutiva: Daniel Baur, Jean Labadie, Oliver Simon, Ronald M. Bozman.

Duración: 113 min.

Tan sólo en el espacio cerrado de un pequeño cuarto en el sótano, o en esa parada para comer en el turno de trabajo, Paterson libera su mente y alcanza su particular libertad construyendo un universo paralelo de belleza entre tanto momento aparentemente anodino. Pensativo, complaciente, acostumbrado a ceder como sinónimo de adaptación a realidades más o menos hostiles, Paterson se transfigura en el poeta William Carlos Williams, nacido en Paterson, la ciudad en la que se desarrolla la película, y que coincide con el nombre del protagonista. Sus poesías de la cotidianeidad proporcionan al personaje ese necesario punto de individualismo y creatividad que le ayudan a soportar el día a día y a convercerse de que en la rutina también existe la belleza. Su escritura no busca reconocimiento ni difusión, es la manera de Paterson de construir un diario personal de las pequeñas cosas que encierran grandes sentimientos. La cascada en la que alcanza la concentración e inspiración para culminar sus ideas alrededor de anécdotas de la vida diaria, no sería suficiente sin un asidero con la realidad. Por eso Paterson escribe sobre su casa, sobre el primer beso, sobre su amor. Podría haber dudas acerca de si el sentimiento amoroso de Paterson se dirige a Laura (Golshifteh Farahani), o si es un sentimiento abstracto, o incluso alguien del pasado, pero el real amor que la esposa siente por el marido parece anularle cuando se encuentran frente a frente, privado de iniciativa y a la espera de lo que ella quiera en cada momento. Paterson escribe para crear un doble de si mismo, a falta de esa pareja de hijos gemelos que desea su esposa, y que se aparecen en diversas edades, género y situaciones en la vida diaria del conductor, Paterson se transforma en un gemelo en si mismo, uno de ellos mantiene una vida prosaica, monótona, mantenida en días y horarios perfectamente calculados, mientras el otro es el que consiente al personaje esa necesaria creatividad que le hace ser diferente sin necesidad de que nadie lo sepa.

Si Paterson llegara a su casa un día y su mujer no estuviera, hubiera abandonado la convivencia, el mundo se abriría a los pies del personaje. Frente al expansivo carácter de ella, la falta de naturalidad de él cuando vuelve del trabajo, intimidado por la presencia de ese perro cabrón que usurpa su sillón, los mimos de la esposa, y que gruñe cada vez que Laura toca o besa a su marido no es apatía o ausencia de cariño por su compañera, es miedo a enfrentarse a novedades que no desea ver aparecer en el horizonte cuando contempla los desamores de los demás. Cada persona que se relaciona con él arrastra una pesada carga que intimida o lastra su futuro, la de Paterson es solamente un perro al que no puedes convencer del camino a tomar, que te arrastra en vez de someterse a tu paso y que solo te permite un respiro diario dejándose atar a la puerta del bar, como si después de tanto desafío y castigo llegara la hora de una mínima reconciliación; es por tanto, una mínima carga que no te impide progresar, has conseguido el suficiente nivel de adaptación a tu realidad que nada te sobresalta ni te entristece, quizás tampoco te entusiasme, pero sabes dónde encontrar el momento justo que hace de un día otro momento inolvidable.

Footograma de la película.
Footograma de la película.

Las estructuras y ritmos internos de las películas de Jarmusch se reconocen, da lo mismo que se trate de un asesino a sueldo, de un hombre acabado en busca de sus amantes, de unos inmigrantes húngaros en medio del frío invierno del este americano, de unos fugitivos que formen un trío imposible a través de los pantanos de Florida o de unos amantes inmortales necesitados de sangre fresca y sana, del mismo modo que se reconoce ese humor particular del director y guionista. Las películas de Jarmusch crecen interiormente mediante la perfecta definición de sus personajes, a los que terminamos entendiendo y comprendiendo. Las líneas argumentales de Paterson parecen ceñirse al retrato de la vida diaria de un individuo gris que mantiene oculta una faceta genial, pero no es así, sus ramificaciones se disparan y ese ovillo que parece perfectamente recogido en una sola historia, se bifurca interminablemente hasta comprender lo que supone el mero hecho creativo en la vida de un ciudadano anónimo, un hecho que es compartido por más personajes, cada uno a su manera, dispersamente por su mujer, que busca ese toque que reconoce en el marido a su manera y que ella también quiere para sí, algo que, probablemente no se pueda aprender sino que es consustancial a la persona, el ajedrez en el barman, la actuación en el sufriente amante despechado.......Nuestra vida es monótona y aburrida, pero Paterson nos enseña a encontrar ese momento que te ayuda a superar 23 horas de tedio a cambio de una hora genial al día, o a la semana. Pequeños momentos que construyen una libreta secreta cuyo contenido recoge parte de uno mismo y cuya desaparición no constituye un drama, sino una constatacion más de que lo importante es ser capaz de reanudar una actividad satisfactoria aunque el resultado perezca. El mito de Sísifo no se revela como una carga en Paterson teniendo que empezar de cero, sino en una constatación de la belleza creativa que no se pierde porque unos papeles desaparezcan. Lo importante es tener el don de crear y usarlo, que el resultado perdure o no, será relevante para la memoria futura, pero no para el crecimiento de uno mismo, una libreta en blanco entregada por un desconocido (autoreferencia de Jarmusch a Mistery Train) no es sino una invitación a crear, no un recuerdo de la pérdida.

No hay épica en la película de Jarmusch, lo cotidiano y la rutina se apodera de la historia de estos 8 despertares y 7 noches. Un detalle visual que demuestra cómo Jarmusch si ha sido consciente de querer retratar la diferencia de carácter entre la pareja, y no como se dice por ahí, en una representación de un ama de casa frívola y estereotipada en su «desocupación laboral», son esos ocho despertares, todos diferentes, pero en los que en todos Paterson viste las mismas prendas y repite los mismos gestos, mientras su mujer no. La creatividad de Paterson es interior, recogida, personal, mientras que la de Laura se muestra expansiva, estética, coloreada en blanco y negro y con prendas de dormir diferentes cada noche, o con ninguna. Esa cama rodada justo encima de la pareja, como los sueños de «Only lovers left alive», reproducen la sublimación de la diferencia y la constatación de que ésta no impide la armonía. La poética de una caja de cerillas puede parecer inusual y absurda, pero si esa caja de cerillas reproduce la vida diaria de una pareja, sus romances interiores, sus ritmos equilibrados alrededor de una llama que inflama una mirada o unos ojos, la poética de lo intrascendente se transforma en vitamina necesaria, como un carburante, para mantener vivas las cosas verdaderamente importantes. Paterson película nos enseña la posibilidad de ser optimistas a partir de la rutina, mediante la contemplación, la observación, el cuidado de las pequeñas cosas. Poesía y pintura en una pareja atípica, pero entrañable, y en el fondo, en plena nube del sentimiento amoroso, expresada a su manera por cada uno.

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