Pero ¿Qué ocurre con un hombre que sabe? Ve el mundo tal como es y mira miles de años atrás para ver cómo se produce todo. Observa la lenta aglutinación de capital y poder, y cómo ha llegado hoy a su cúspide. Ve América como una casa de locos. Ve cómo los hombres tienen que robar a sus hermanos para poder vivir. Ve cómo los niños se mueren de hambre y las mujeres trabajan sesenta horas por semana para ganarse la comida. Ve a todo ese maldito ejército de parados y los miles de millones de dólares y miles de kilómetros de tierra desperdiciada. Contempla cómo se aproxima la guerra. Contempla cómo cuando la gente sufre tanto se vuelve mala y fea, y algo muere en ella. Pero lo más importante que ve es que todo el sistema del mundo está construido sobre una mentira. Y aunque todo esto es tan evidente como el mismo sol..., los ignorantes han vivido tanto tiempo con esa mentira que ya no son capaces de verla -la roja y perlada vena de la frente de Jake se hinchaba con furia. Agarró el cubo de carbón que estaba junto al hogar y lo descargó sobre el fuego. Se le había dormido un pie, y golpeó con él tan fuertemente el suelo que éste tembló-. He recorrido este lugar. He caminado por todas partes. Les hablé. Traté de explicarles. Pero ¿Qué he conseguido?

"El corazón es un cazador solitario" (1940), Carson McCullers

 

La visión que se ha dado de él se ha fundamentado en un rumor. No más. Cuando cae e iba camino de la guillotina —aquel 10 Termidor, 28 de julio de 1794 para la cristiandad— empieza ese rumor sobre él, ajeno a los hechos, que se ha propagado de manera organizada y continua a lo largo de más de 200 años y ha dado lugar a que el 95% de lo que se ha escrito fuera falso.

“Robespierre. Vida de un revolucionario”. Peter Mc Phee

 

Como todos los días, esta mañana me levanté, me dirigí al baño, y me puse de espaldas al espejo girando la cabeza hasta donde me fue posible, en un intento de posar la mirada en mi rabadilla,- sacro o coxis para los más cultos-, ejercicio de contorsión con la única finalidad de comprobar si era portador de un peludo rabo demoniaco. De la misma manera, y con ambas manos, palpé la parte occipital de mi cráneo en busca de sendas protuberancias cornúpetas.

No hallé vestigio alguno, ni de rabo, ni de incipientes cuernos, pero de lo que sí estoy seguro es que Robespierre era un demonio, yo mismo, en mi condición de leninista, soy su alter ego Luzbel, y Jesucristo era en realidad Groucho Marx disfrazado de profeta, en un intento de adelantarse a su tiempo y consumar una de sus gracietas.

Es más, cuentan las malas lenguas que M. Robespierre guisaba y se comía a los hijos de los aristócratas, que incluso era el principal organizador de orgías dionisiacas, palaciegas y saturnales, y que para tal fin, había contratado a un ejército de eunucos convenientemente drogados y predispuestos para tan hedonista festín. Todas las noches, cuando nadie le veía, relamía con su lengua los restos sanguinolentos que todavía colgaban de sus colmillos, un genuino e ilustrado ritual vampírico.

En referencia a la caricatura y lo caricaturesco, el gran escritor británico Chesterton dijo en cierta ocasión, que la caricatura es una cosa seria que consigue hacer que un cerdo se parezca más a un cerdo que como Dios mismo lo hizo.

Las personas como tú, apreciado Carlos, y como todos los voceros reaccionarios que por el mundo andan, no llegáis a conseguir siquiera que vuestras injurias de medio pelo sean creíbles para nadie, ya que son caricaturas tan forzadas y artificiosas, que de tanto estirarlas, terminan por ser una grotesca caricatura de los mismos que las promueven y exponen.

Estimado Carlos, tu retórica anti-izquierdista ya nadie se la cree, la gente podrán no poseer demasiada cultura, podrán ser pobres y desarrapados, pero poseen un sexto sentido, esa capacidad intuitiva tan propia de la especie humana y que les dice claramente que detrás de vuestra retahíla de insultos y calumnias subyace un tendencioso intento de acallar el último reducto de rebeldía y libertad que duerme en cada ser humano, en cada persona desposeída, en cada hombre y cada mujer depersonalizados por un sistema que se muestra como democracia, cuando su verdadera naturaleza es la impostura y la mentira...

Por otra parte, y en las últimas décadas, han surgido multitud de historiadores, escritores e intelectuales que han revisitado la figura de M. Robespierre para así poder recuperar su verdadera personalidad, talento, sentir y aportación al devenir histórico de la humanidad. Estos historiadores son por todos conocidos, Peter Mc Phee, Javier García Sánchez, y el ya mencionado en tu artículo Albert Mathiez, autor de “Robespierre et la république sociale” y “ Les origins des cultes revolutionnaires”, entre otros muchos.

No obstante, querido Carlos, he de aclararte algo que considero importante, y es que por supuesto que M. Robespierre no era un ser perfecto en sí mismo, dada su condición de ser humano. Como él, ningún hombre puede encarnar el bien absoluto, éste lo ostenta (en caso de existir) el mismo Dios, y precisamente por ese motivo Robespierre era un deísta declarado, -algo que por cierto también parece molestarte-. El hecho de ser deísta habla muy en favor de su carácter humilde, ya que el entendía el deísmo como la doble responsabilidad, la compartida entre Dios y los hombres en el establecimiento de un orden moral en la sociedad.

En contraposición con Danton, Maxim Robespierre era una persona de costumbres austeras, de vida frugal y sencilla, pero entendiéndose a sí mismo como sujeto de grandes responsabilidades.

El hombre, por tanto, no es perfecto, pero lo que si tiene en sus manos es la posibilidad de elegir la opción más justa, la que tenga consecuencias de mayor justicia y equidad para consigo mismo y para con los demás, y esa opción no fue otra que la Revolución francesa.

 

Por ello, me atrevería a decir que Robespierre era un consecuencialista, una teoría que trata de lo justo y de lo que en un momento determinado o de gran trascendencia, es bueno o mejor. Decir que una cosa es justa, es afirmar que, ante un dilema, esta cosa es la que debería elegirse.

El consecuencialismo tendría que considerarse, ante todo, como una teoría de lo justo y no como una teoría del bien, ya que, en efecto, afirma que en toda elección la acción justa es la que produce las mejores consecuencias.

A partir de aquí se deduce, que los derechos utópicos de cada quien, a la cultura, a la salud, a la comodidad, al libre y personal desarrollo, a la vida, en definitiva, toman el relevo y deben sustituir esa supuesta naturaleza egoísta y maligna, que vosotros, los pensadores y opinadores neocon, reforzáis de continuo con vuestras palabras huecas.

No hay nada más falso que estas premisas, y que a través de los medios de comunicación masivos tratáis de infundir a todo el mundo, de programar las mentes, condicionar las vidas, y adoctrinar a las masas para que estas asuman obedientemente su inferioridad de clase. En realidad, los seres humanos, somos por natura sociables, colaboracionistas, amantes y necesitados de un constante apoyo mutuo y de la compasión de los demás.

Una vez más queda muy claro, que el derecho a una vida digna y a la felicidad para cualquier ser humano, independientemente de sus orígenes, clase social o estatus económico, fueron las prioridades absolutas de M. Robespierre y de la Revolución francesa.

¿Qué es en cambio lo que defendieron hombres como Danton o como los anteriormente mencionados voceros del neoconservadurismo y las desigualdades?. Es muy sencillo, la racionalización e interiorización del egoísmo de los intereses y una falsa conciencia de la libertad, puesto que la libertad solo se la concedéis a aquellos que poseen el capital, para el resto de la población no interesa la libertad, les vendéis una libertad de tómbola y que si se rastrea más a fondo, significa esclavitud de cuerpo y de conciencia. ¿Cómo se puede ser libre sin tener acceso a la economía, a la cultura, al pleno desarrollo de tus facultades o de tu personalidad?.

Yo te respondo, Carlos

No sé puede, no hay libertad, no hay vida, no hay nada....

Ya sé que John Rawls no fue contemporáneo de la Revolución francesa, pero me sirve de punto de apoyo para transmitir las ideas que vienen a continuación.

Para Rawls y su “Teoría de la justicia”, la pregunta pertinente no es la que plantea la tradición kantiana, a saber: ¿qué hay que hacer para ser una persona que se respete?, sino más bien ¿cómo podemos concebir una sociedad fundamentalmente estructurada, de manera que afirme y favorezca adecuadamente el respeto hacia sí mismos en sus ciudadanos?. Rawls no concibe el respeto a sí mismo como un deber moral individual sino más bien como un deber primario, un bien que virtualmente cualquier individuo tomaría como objeto de su deseo racional, cuales quieran que sean las demás cosas que desee. Según la definición de Rawls, el respeto a sí mismo incluye el sentido de su propio valor, la última convicción de su concepción del bien, de como su proyecto de vida es digno de ser puesto en marcha, todos los proyectos de todas nuestras vidas, la de todos los seres humanos.

La Teoría de la justicia de Rawls es netamente humanista, muy lejos de los principios meramente utilitaristas y clasistas que han promovido y difundido el feudalismo, el conservadurismo y la ideología reaccionaria en general, a la que pareces pertenecer.

El ser humano no puede ser rebajado a un mero instrumento ni de señores feudales ni de capitalistas, el ser humano es un fin en sí mismo, una fuente de belleza, es el elemento a preservar al servicio del cual tiene que estar todo lo demás.

La Revolución francesa no significó un ciego ensayo, como tú afirmas, más allá de su velo asomaban todo un principio de la justicia, una filosofía de la vida, y una nueva concepción del hombre, un “eudemonismo”, es decir, un cuerpo de doctrina que considera la felicidad colectiva como principio y fundamento de la vida moral.

Abundando más aún en las bases filosóficas de la Revolución francesa, podríamos citar la obra de Rousseau “El Contrato social”, en ella se parte de la idea de que el hombre ha nacido libre, y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado. Si la sociedad está llena de desigualdades que coartan la libertad del hombre, es preferible encontrar nuevas formas de asociación. Así se constituye el pacto social, en donde cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la “voluntad general”, una voluntad que a día de hoy, ha sido sustituida por la voluntad de una oligarquía económica y política, bastarda y demasiado oscurantista.

Estimado Carlos, esa insistencia tuya en descalificar a Robespierre, en deshacerte en una dialéctica violenta e insultante, me recuerda demasiado a los once principios goebbelianos, y más en concreto el principio de la “exageración y la desfiguración”, insultar, desfigurar, exagerar, caricaturizar, crear monstruos donde nunca los hubo, con la única finalidad de que una idea cale en la conciencia colectiva.

Me doy cuenta de que a veces te empecinas en buscar los mitos fundantes de la izquierda, del republicanismo, del nacionalismo o de cualquier otro concepto político que no sea de tu agrado o por el que te sientas amenazado, con el objetivo de desprestigiar a toda costa tales orientaciones políticas. Pero te voy a decir cual es el mito fundante del ideario derechista, neocon, reaccionario, antirrevolucionario, o como le quieras llamar. No es otro que el mito de Caín y Abel, Caín no rompió el cráneo de Abel por envidia o porque creyera que tenía más o menos el beneplácito de Dios, no, no fue por eso, Caín asesinó a Abel porque no quería compartir el mundo con él.

No podrás encontrar un mito fundante más cutre, simplón y demente, que el de la derecha política, social y económica.

En mi opinión, y ya para terminar, creo que hay un hecho muy significativo y que prueba que no tienes razón en tus habituales invectivas contra la izquierda, y es el hecho de que en un diario como Últimocero, con claras tendencias progresistas, ecologistas, libertarias, feministas,...tienes la oportunidad, sin embargo, y se te permite, escribir las cosas que escribes con total libertad. En el caso contrario, es decir, si yo intentara escribir y publicar en diarios ultraconservadores como Disidentia, Abc, La Razón, etc, y aludiera, por ejemplo, al carácter criminal, asesino, torturador y sádico, de regímenes como el franquista, de como hay familias y empresas con nombres y apellidos que adquirieron su fortuna gracias a los esclavos del régimen, o de como las escuadras callejeras de falangistas se especializaron en violaciones sistemáticas y asesinatos masivos; sería inmediatamente vetado, haciendo del todo imposible mi participación en tales diarios.

Para el filósofo alemán Wolff, el hombre jamás podrá supeditarse al mal, puesto que la naturaleza de su alma solo aspira al bien.

La Revolución francesa fue un maravilloso intento de aspirar al bien, por eso mismo, vendrán más revoluciones, más hombres y mujeres con las eternas aspiraciones de libertad, igualdad y fraternidad.

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