
Trinidad, ciudad colonial (Días 2, 3, 4 y 5)
Al mausoleo del Che llegamos en carro de caballo desde la villa de Santa Clara y partimos de la ciudad en camioneta, dos populares medios de transporte en Cuba, pero no comparables. En el primer caso resultó de lo más agradable: menos de 20 minutos de trayecto y 2 pesos cubanos (CUP). El segundo: mejor no recordar las horas ni las condiciones; la mayoría del trayecto de pie como 'sardinas en lata'; lo de menos el precio, tirado para un no cubano. Menos mal que ese día caía una fina lluvia que ayudaba a no morir de asfixia; sin apenas poder tocar suelo y desafiando todos los principios gravitatorios.

Nadie puede decir que conoce algo de Cuba si no ha utilizado al menos una vez la camioneta. Un destartalado camión de mediados del siglo anterior que ha sido mínimamente adaptado para trasladar a personas como... ganado. Un banco corrido alrededor y unas barras por encima de las cabezas de las que cuelgan unas perchas para agarrarse -el/la que llega y pilla- que nos hace a todos visualmente comunistas, con el puño cerrado y alzado.

Así es el sistema de transporte que utilizan a diario los cubanos para moverse del campo a la ciudad e inversa, y que tiene su código no escrito y de obligado cumplimiento: el asiento está reservado, por este orden, para embarazadas, personas mayores y niños. El resto, todo el mundo en pie y en roce constante. Y sin perder la sonrisa.
Para colmo, la ruta para llegar a Trinidad discurrió gran parte por la sinuosa Sierra de Escambray, en la cordillera de Guamuhaya, lugar elegido por Estados Unidos y la CIA para que los contrarrevolucionarios, una vez huído Batista del país, intentaran recuperar el gobierno. Cinco años duró la intentona, hasta que la ofensiva dirigida por Fidel y denominada 'Operación Jaula' acabó con los golpìstas.
Fueron casi 4 horas viajando en unas condiciones inimaginables. Y eso que en la terminal de Santa Clara, de la que partimos a las 12.30 horas, tuvieron la deferencia de dejarnos subir los primeros y por una puerta diferente a la que correspondía, según los anuncios voceados. Pensarían: ¡A dónde van estos españoles cargados de mochilas!

El destino -al que llegamos tres horas y media después- mereció la pena. Trinidad es una de las siete ciudades coloniales sojuzgadas por Diego Velázquez. "Con la fundación de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, en 1512, los españoles emprendieron el establecimiernto de siete villas con el objetivo de controlar el territorio conquisttado -Bayamo (1513), la Santísima Trinidad, Sancti Spíritus y San Cristóbal de Las Habana (1514), Puerto Príncipe (1515) -hasta concluir con Santiago de Cuba (1515), designada sede del gobierno. Desde estos asentamientos, que en su mayoría cambiaron su primitiva ubicación, iniciaron los conquistadores la explotación de los recursos de la Isla", según la Breve historia de Cuba, De Colón al siglo XXI, de la Editorial Capitán San Luis (2016).

Trinidad es hoy una bella ciudad colonial, entre montañas (Escambray) y mar (Caribe), a la que la UNESCO le confirió en 1988 la condición de Patrimonio de la Humanidad. Posee uno de los conjuntos arquitectónicos mejor conservados y de un valor excepcional. Su área urbana sólo ocupa 3 kilómetros cuadrados y está habitada por algo más de 40.000 personas. Pero si se permite un consejo, las autoridades deben poner en práctica medidas para que esta joya no acabe siendo destruida por la invasión turística a la que está sometida.

En los bajos de una de sus espléndidas casonas se expone una gran maqueta de la villa. La adquisición de un Plano Guía de Arquitectura, editado por la Asamblea Municipal del Poder Popular de Trinidad, la Oficina del Conservador, la Embajada de España-Agencia de Cooperación Internacional y la Junta de Andalucía-Consejería de Obras Públicas y Transportes, por 1 CUC, supuso tener que firmar tres documentos. La vendedora, Diana Arboláez, con un ramalazo mongil por su empeño en hablar de las iglesias, de la procesión de Semana Santa, de las visitas papales..., lo justifica:
-Uno es para la empresa comercial Aldaba, otro para la Oficina y el tercero para usted.
-Muy amable.
¡Maldita burocracia! Con el plano nos dirigimos al hostal Monedero, en la calle Ciro Redondo, 266, en el centro histórico. Su propietaria Dayni Vilchez, que ha regresado tras casi 20 años en Italia, nos invita a pasar a su casa recién restaurada, de la que alquila dos habitaciones.

Puerta con puerta se encuentra el bar El Mago, local de moda, abierto entre otros por Lyham, un joven amigo de Gaspar que nos ha recomendado el alojamiento y que será nuestro guía.
Deambular por las calles empedradas y empinadas del casco de Trinidad es ir de sorpresa en sorpresa. Al doblar cada esquina, una placita todavía más bonita que la anterior. Es una ciudad de película con banda sonora, ya que la música suena en todos los lugares. Hasta en el templo Yemalla, donde se puede asistir a una sesión de santería hasta un determinado momento en que los curiosos sobramos.

A pesar del turismo -o por culpa del turismo- sacar dinero no resulta fácil. El banco, en horario oficial ha cerrado las puertas "por fumigación". La Cadeca (Casa de Cambio) a la que te remiten, también está cerrada, "por falta de efectivo". La siguiente, situada junto a la carnicería El Diamante y frente a La Caoba (establecimiento de suministros), sí tiene fondos pero hay que hacer una larga cola al sol.
Entre los bellos edificios coloniales destaca La Casa Ortiz, reconvertida en su totalidad en galería de arte, que contiene auténticas piezas de interés y que permite desde su balconada apreciar, en todo su encanto, la Plaza Mayor donde se debe hacer un alto y descansar en sus románticos bancos.

Entre los lugares elegidos para comer merece ser mencionado La Botija, abierto todo el día y con una cola permanente que un negro-armario a la puerta solo con su presencia se encarga de mantener el orden. Recomendables los entrantes, únicos en y fuera de Trinidad. Otro restaurante, desconocido para los visitantes -por tener no tiene ni nombre- está en una humilde casita, en cuya entrada se sirven comidas en tres mesitas. Dos están ocupadas: una por un criollo con rastas y la otra por dos negros. Tres menús: 9 pesos. Todo muy digno. La nota en un trocito de papel, escrita a mano, y además de la cantidad, un "Gracias y vuelva pronto". Las botellas (rellenas) de agua helada y de colorines, quedan sin probar. Las moscas también.

En la calle, unos niños descalzos juegan al béisbol; Cuba acaba de derrotar a Venezuela 6-4, en la Liga del Caribe. En una pared un letrero: 'Ciudadano. Díle a tu pueblo que aquí cayó combatiendo heróicamente por recuperar la libertad de Cuba el joven idealista Carlos Echagusia Peña. Recuerdo del Colegio Venegas García. Trinidad, el día 2 de diciembre de 1958".
Tras la comida visitamos el café-bar Yesterday. Una casa de dos plantas, con patio, dedicada a los Beatles, con un conjunto escultórico a la entrada y fotografías, proyección de vídeos y retratos de John, Paul, George y Ringo, cuyas canciones suenan ininterrumpidamente. En el rato que estuvimos fuímos los únicos clientes, salvo unas personas que hicieron uso de los baños.

Donde volvimos fue al bar Fortuna, de cuyo techo cuelgan toda clase de billetes. El local es pequeño y entre sus curiosidades tiene una bañera para sentarse, y como decoración portadas de discos como el de Bola de Nievecantando a Ignacio Villa. A escasos metros se puede escuchar en vivo a un grupo de jazz, y en la siguiente cuadra volver al son con Compay, Septeto Santiaguero, Eliades Ochoa, Benny Moré, Carlos Puebla o al reggaeton de Gente de Zona... La música en El Mago es otro cosa. Allí lo que se pincha es Ibeyi, Diana Fuentes, The Avener, Sexto Sentido, Habana Abierta, Telmary, Roly Berrio... Por la decoración y la música uno podría estar en Nueva York o Londres. Pero no, está en Trinidad, donde los jóvenes -y no tan jóvenes- suelen acabar la noche o empezar el día en una discoteca subterránea excavada en la roca, a las afuera de la ciudad. Un after 'made in Cuba'.

Tras recorrer la calle Boca -o cualquiera otra- es recomendable hacer un alto a la sombra de la Casa de los Conspiradores, en la Plaza F. Hernández Echerri, que al atardecer se convierte en una fiesta, con música en directo y cuyas escalinatas se llenan de guiris. Por allí está la Casa de la Música y la Casa de la Trova, donde contactamos con Maykel, dispuesto a desprenderse de su viejo tres por 100 CUP. A partir de ese momento, la guitarra de tres cuerdas dobles nos acompañará el resto del recorrido por territorio cubano.
La festividad dominical parece buen día para acercarse a la playa de La Boca, península Ancón, a 11 kilómetros, donde pasaríamos buena parte de la jornada. Un arenal nada que envidiar a los más turísticos de Cuba con la ventaja de que éste no es de disfrute selectivo y se puede seguir en contacto con la población nativa.

Al día siguiente, último día en Trinidad y desayunando en la agradable terraza del hostal Monedero, oímos cantar a los niños y niñas de la colindante Escuela Eduardo García Delgado el Himno de Cuba, también conocido como La Bayamesa, porque fue interpretado por primera vez en el actual municipio de Bayamo, capital de la provincia Granma.
Con el himno, compuesto por Pedro 'Perucho' Figueredo y musicalizado por Manuel Muñoz Cedeño a mediados de 1867, comienza la jornada escolar en Cuba. Es una buena manera de despertar, aunque resulte un tanto anacrónico escuchar en voces infantiles llamadas al combate y a no temer "una muerte gloriosa/que morir por la patria es vivir". Sin embargo, con los versos:
En cadenas vivir, es vivir
En afrenta y aprobio sumido,
Del clarín escuchad el sonido;
¡A las armas, valientes, corred!

....dejamos Trinidad, una vez puesto rostro a los niños y niñas que habíamos oído. La dirección de la escuela y sus profesores abrieron las puertas del centro para que pudiéramos hablar con ellos y comprobar qué estaban aprendiendo. Lo mismo que hubiera sucedido aquí.